Liderazgo y motivación con Leónidas y sus 300

In Memoriam, Juan Antonio Cebrián

La historia que os narro hoy, me vino inspirada no sólo por la fantástica película «300» basada en el cómic de Frank Miller, sino también por los maravillosos «Pasajes de la Historia» que con tanta expectación, escuchaba yo a través de mis auriculares, «radio en mano», en esas intensas madrugadas de mis años de facultad. La voz siempre entrañable, cálida y optimista del genial Juan Antonio Cebrián en su programa de culto «Turno de Noche» primero y «La Rosa de los Vientos» después, me transportaba placentera y deliciosamente fuera de las cuatro paredes de mi cuarto.

Pues bien, centrémonos, estamos en Esparta, año 480 a.Polis Griegasc., el mundo es convulso, Persia es el imperio con más poder del Oriente Próximo. Jerjes I (rey de Persia), no escarmentado de la tunda que los griegos le propinaron a su padre el rey persa Darío I en la Batalla de Maratón, clama venganza y se propone invadir Grecia (que por supuesto, no era tal y como la conocemos ahora). Atenas necesita desesperadamente la ayuda de los espartanos y las demás polis griegas, para no ser engullida por las hordas de Jerjes.

¡Ah Esparta, la guerrera! Con la mejor infantería de la Antigua Grecia. El espartano se preparaba para la guerra desde pequeño,  con el único propósito de mantener a su país libre de la tiranía de otros estados. No eran muy numerosos los espartanos ya que sólo sobrevivían los más fuertes y sanos; los disminuidos psíquicos y físicos eran eliminados. Esos espartanos criados, curtidos y forjados para la batalla desde la infancia. Sometidos a innumerables vejaciones, entrenamientos físicos y psicológicos crueles, para de este modo convertirse en militares y guerreros excelentes. Los ciudadanos espartanos libres vivían por y para la guerra, y por ello, sus hoplitas -la infantería- eran una fuerza de élite, bien pertrechada y totalmente profesional. Tanto era así, que las madres espartanas orgullosas de sus hijos soldados, cuando éstos iban a la batalla, les decían: «vuelve con tu escudo o sobre él». Esa frase resume, lo que se esperaba de ellos y el valor inculcado a estos hombres aguerridos que sólo podían regresar con la victoria o con la gloria y honor que brinda la muerte.

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En el centro de esta sociedad espartana:

– Un líder: Leónidas I rey de Esparta, hombre de principios, con pocos privilegios para ser un rey, militar antes que rey. Como lema, el honor de combatir por una Esparta libre.

– Una afrenta por matar a un emisario persa y

– La ambición de Jerjes por invadir la incipiente cultura europea. Una batalla entre Europa y Oriente, entre la libertad y la magnitud de un imperio.

Las polis helenas se unen y deciden que contendrán el ataque persa por mar y en el paso de las Termópilas, un angosto paso natural entre acantilados y la costa, camino obligado hacia la Grecia Central. Leónidas decide la estrategia defensiva, aguantar el máximo posible, hasta que Grecia se reorganice. Así, Leónidas, apostado en las Termópilas con 7.000 griegos (hay expertos que hablan de 10.000 hombres) espera su baño de sangre.

Por parte de los persas, una apisonadora humana: mucho más de 240.000 hombres de todas las nacionalidades, provistos de toda clase de animales y armados hasta los dientes. En la vanguardia de todos ellos la guardia real de Jerjes: los Inmortales, que juraban lealtad a su emperador hasta la muerte.

Comienza la batalla y los griegos se atrincheran en las Termópilas disponiéndose en expertas falanges hoplíticas. Gracias a la brutal profesionalidad en el campo de batalla de los espartanos, y también a la estrechez del terreno, los persas comienzan a caer ante los atónitos ojos de Jerjes. El revulsivo espartano dura hasta que un pastor Elfiates, que vive en la zona del desfiladero, traiciona a los griegos, delatando su posición a Jerjes.

Falange hoplítica

Leónidas, que es informado del cerco de los persas, decide evacuar al ejercito heleno de una muerte segura. Sólo se quedan con Leónidas 300 soldados espartanos que han tenido descendencia, al resto los devuelve a Esparta. También le acompañan en la afrenta unos 400 tebanos y unos 700 tespianos. El desenlace está próximo y Leónidas aulla: «Griegos, preparaos bien porque esta noche cenaremos con Hades». Tespianos y espartanos luchan hasta el final, Leónidas cae y aún así los hoplitas cubren y defienden el cuerpo de Leónidas de los émbites persas.

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En efecto, ganan los persas…Es muchos años depués de esta épica batalla, cuando los griegos, logran deshacerse de la invasión persa. Pero el espíritu de Leónidas y su gesta cala en el corazón de los griegos. En el lugar de la contienda se levantó un monumento con la siguiente inscripción: «Extranjero, ve a decir a Esparta que aquí yacemos por obedecer sus leyes».

Qué ejemplo de liderazgo y motivación nos da este pasaje de la historia. La actitud, la entrega y el compromiso de estos hombres, en esas condiciones tan hostiles son admirables. Leónidas y sus valientes soldados toman una actitud ejemplarizante: Saben por qué están allí, saben que van a morir y aún así motivados hasta el fin.

leonidas-703464El liderazgo de Leónidas se basa en una serie de valores como el respeto, la lealtad y el honor. La autoridad ganada a base de la confianza que otorga a sus guerreros y no sólo por ser rey, sino porque Leónidas es el ejemplo, sabe ponerse en el lugar de sus soldados, en la contienda él va en vanguardia infundiendo confianza, respeto y motivación. Si tu jefe hiciera lo mismo, ¿no sería realmente una inspiración?

Al contrario que el poderoso emperador Jerjes, que se hace construir una suerte de montículo para observar la batalla sin mancharse las manos… El respeto que Leónidas también se ha ganado por confiar en sus hombres, por hacerles saber que son los mejores, que nacieron por y para la guerra y que harán lo preciso por defender el honor de ser hombres libres. Todas estas cualidades son las que incitan a los espartanos a seguir a su rey al abismo. Qué mayor motivación para un miembro de la milicia espartana que luchar, llevar al máximo toda la formación recibida y además hacerlo por mantener la libertad de sus tierras, de su gente, de su modo de vida en definitiva.

Así que, espartano o espartana, cuando te pregunten ¿cuál es tu oficio?, ¿qué vas a responder?